Un corredor que se prepara para el maratón no puede empezar si antes no se ha entrenado debidamente, durante mucho tiempo, con perseverancia y dureza, concentrado en su objetivo. Hay muchas cosas que pone por debajo de la preparación: su familia, sus amigos, la comida. Lo más importante es estar concentrado en este maratón, pues quiere ganar.
Tras la salida, solo tiene un objetivo: ¡llegar! No importa cómo. ¡El entrenamiento debe servir! En el recorrido llega el debilitamiento. Apenas puede seguir. Se arrastra hasta el siguiente avituallamiento. Solo unos pocos kilómetros más. La comida le da nuevas fuerzas. Tiene la meta delante, se abre paso hasta ella. ¡Lo consiguió!
¿La vida es una maratón?
En cualquier caso, estos consejos son, como mínimo, útiles: persevera, mantén los ojos fijos en la meta.
Y no olvidemos esta maravillosa certeza: Dios nos apoya, incluso en medio de las peores dificultades.
… sigo adelante con la esperanza de alcanzarlo.
Filipenses 3, 12-21
¿Cuál es mi objetivo esta semana?
Texto de la semana: Filipenses 3, 12-21
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