Estoy de viaje. Cargado con una maleta muy pesada, estoy a punto de entrar en la escalera mecánica que lleva hasta la salida de la estación de metro. Alguien me llama: «¡Ten cuidado con todo el peso que llevas!». Yo pensé: «Vamos, no tengo ningún problema, ¡para nada!». Tan pronto como este pensamiento cruzó por mi mente, perdí el equilibrio. Intenté reincorporarme, pero no podía. Tuve que soltar la maleta para agarrarme a algo. Demasiado tarde, ya estaba bajando. No podía detenerme…

Me caía de espaldas y me di cuenta con sorpresa de que unas manos me sostenían. A mi lado y detrás de mí, algunas personas extendieron sus manos y me salvaron de una caída que podría haber sido fatal. Experiencia inolvidable: no estoy solo, hay quien me sostiene. Hay personas a mi alrededor para sujetarme cuando me caigo.

[Dios] mandará que sus ángeles te cuiden por dondequiera que vayas. Te levantarán con sus manos…

Salmos 91,11-12

Entonces, en lo profundo de mi ser, me doy cuenta de que Dios mismo, el Padre Todopoderoso y Compasivo, me apoya a lo largo de mi tránsito por este mundo terrenal y que seguirá ahí cuando llegue la hora de la muerte.

Texto de la semana: Salmos 91, 1-16