Vitalidad y miedo a la muerte
28. agosto. 22

Siendo un joven escalador lleno de vitalidad, quería escalar una pared de roca de 800 metros sin cuerda ni cualquier otro medio de seguridad. Poco después de salir, noté que la roca estaba cubierta de una fina capa de hielo que no había podido ver antes. Así, cada movimiento era una lucha por la supervivencia. En mi mente, ya me veía cayendo. Por fin, llegué a un saliente y pude recuperar el aliento. Entonces me quedé parado ante una pregunta: «¿Qué lugar tiene Dios en mi vida?».

De repente me di cuenta de mi actitud arrogante hacia mi Creador, y no solo en el ámbito de los deportes. ¿Qué sería de mí si perdiera la vida? En mi extrema debilidad, Dios se me reveló. Fue un momento indescriptible en el que comprendí que Dios me amaba con un amor infinito y que tenía buenos planes para mí.

Por lo tanto, el que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron; han sido hechas nuevas.

2 Corintios 5, 17

Así, revigorizado, logré cubrir la última etapa de la pared y alcanzar la cumbre. Regresé a casa por un camino mucho más seguro, con una segunda vida.

H.S., guía de montaña en Austria
Texto de la semana: Santiago 4, 10-16

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  • 12. diciembre 2021

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