Qué privilegio fue para los discípulos haber podido acompañar a Jesús durante más de tres años y compartir con él algunas experiencias excepcionales. Caminar sobre las aguas, alimentar a miles de personas con unos panes y peces, dar la vista a los ciegos, hacer caminar a los cojos, ¡ser testigo de la resurrección de los muertos! ¿No bastaba eso para demostrar que era el Mesías prometido?
Al parecer, la crucifixión había echado por tierra muchas certezas. Los discípulos estaban aterrorizados. Y cuando los acusaron de robar el cadáver, se desesperaron aún más. No creyeron lo que les contaron las mujeres, que Jesús había resucitado.
Entonces Jesús mismo se acercó a ellos y les dijo: «¡Paz! ¡Tocadme, dadme de comer y creed que soy yo!». No hay mayor prueba que esta: Jesús se apareció varias veces a sus discípulos. Lleno de amor y paciencia, animó a los escépticos y a los temerosos.
¿Necesitamos más evidencias?
[Estáis] arraigados y edificados en él.
Colosenses 2:7a
Texto de la semana: Lucas 24:33–49