A medida que envejecemos, nuestro cuerpo empieza a cambiar. Los músculos empiezan a doler. Nuestro pelo se vuelve gris o blanco. La vista y el oído se debilitan.
Hace tiempo, el apóstol Pablo compartió unas sabias palabras que siguen siendo válidas para nosotros hoy:
Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día.
2 Corintios 4:16
Las secuelas del pecado en el mundo pueden afectarnos físicamente, pero no pueden dañar nuestro espíritu.
Si te estás enfrentando a un diagnóstico grave, te avergüenzas de tu cuerpo o estás agotado por las obligaciones de cada día, no te rindas. Fija tus ojos en el que da la vida. Puede que tu cuerpo sufra dolor, pero Dios seguirá renovando tu espíritu día tras día.
Texto bíblico: 2 Corintios 4