En la plaza pública alguien grita: «El que tenga sed, venga a mí. Ven y compra. No hay nada que pagar. Lo que consigues con el dinero que ganas a costa de mucho esfuerzo no te satisface. Ven a mí y encontrarás la vida!». Jesús alude a las palabras del profeta Isaías (55:1) y así invita a todos a poner su confianza en él. Al hacerlo, se da a conocer como el Enviado de Dios, el anhelado Salvador. El que cree en él recibe la vida eterna y entra en la familia de Dios.
Y hay mucho más. Después de regresar al cielo (en su ascensión), Jesús envía al Espíritu Santo, que es un abogado para nosotros y el garante de la vida eterna. Con él, los que siguen a Jesús reciben poder para proclamar el evangelio de liberación a su alrededor. Esta Buena Nueva es como una fuente inagotable que se extiende por todo el mundo. Aquel que sigue a Jesús disfruta de la frescura del «agua de vida» y se regocija con su regreso. ¡Sí, él va a volver! ¿Estás listo?
¿Qué piensas de la fuente de la que Jesús está hablando? ¿Bebes de esta fuente?
¡El que tenga sed, venga a mí; el que cree en mí, que beba!
Palabras de Jesús en Juan 7, 37
Texto de la semana: 2 Corintios 5, 17-21 / Hechos 1