«¡No! ¡No! ¡No!» Mi hijo llora, grita, patalea y se enfurece. Estar triste o ver a una persona triste duele a la mayoría de la gente. Nos cuesta entender por qué Dios permite la tristeza.
Pero lo cierto es que el mundo en que vivimos está roto. Desde que Adán y Eva comieron el fruto prohibido y mostraron así su desconfianza en Dios, el mundo no es como debería ser. Ese fue el nacimiento de la tristeza y el dolor, del pecado. Pero aunque exista la tristeza, la promesa de Dios permanece: No prevalecerá.
Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.
Apocalipsis 21:4
Nuestro tiempo limitado en la tierra puede estar lleno de tristeza y dolor, pero puedo tener la esperanza de un futuro en el cielo con Dios, donde seré libre de lágrimas y dolor.
¿Conoces esta esperanza?
Texto de la semana: Apocalipsis 21:1-27