Noviembre de 1980. Casi 3.000 personas perdieron la vida en un terremoto en Italia. De joven, participé en una operación de rescate. La visión de esta horrible angustia sacudió mi vida. Mi imagen de una carrera de éxito se hizo añicos. Una lugareña, cuyo rostro delataba las dificultades de la vida, me contó entre lágrimas: «Lo he perdido todo. Mis padres, mi marido, mis hijos, mi casa y mi jardín. Pero hay una cosa que no he perdido, que nadie podrá quitarme jamás, y es Jesucristo». Completamente desconcertado, clamé a Dios desde lo más profundo de mi ser: «Señor, quiero tener esa fe. ¡Ven, ayúdame! «Conocía la Biblia, pero enseguida me di cuenta de cuánto necesitaba que Jesús transformara mi vida».
Ahora sé que Dios ha anulado el acta de la deuda que había contra mí, que me condenaba con sus ordenanzas. Sí, porque Jesús recibió en la cruz el castigo en mi lugar.
Colosenses 2:14
¿Tienes esa seguridad?
Texto de la semana: Colosenses 2:6–15