Hoy hace una hermosa mañana de otoño. Disfruto tranquilamente de mi desayuno en la mesa de la cocina. Al cabo de un rato, el sol sale detrás de las montañas y los primeros rayos de sol se abren paso hasta mi casa. Tras unos segundos contemplando la belleza del amanecer y los colores brillantes del otoño, descubro que el cristal de mi ventana está lleno de polvo y manchas. No me había dado cuenta de lo sucios que estaban los cristales y me propongo limpiarlos pronto.
Dios tiene el mismo efecto en nuestras vidas cuando dejamos que ilumine nuestros corazones como el sol. Al principio todo está muy bien, hace calor y nos damos cuenta de que hemos echando de menos su presencia. Pero entonces, la presencia de Dios en nuestras vidas también desvela nuestras manchas oscuras.
Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad.
1 Juan 1:5b
Dios quiere que estemos bien, que tengamos las ventanas limpias. No porque quiera acusarnos o presionarnos, sino porque quiere que nada se interponga entre nuestro corazón y su amor.
¿Quieres dejar que Dios ilumine tu corazón?
Texto bíblico: Juan 8:12-20