El Hijo de Dios nació en una familia que vivía del trabajo de sus manos. El padre de Jesús, José, murió pronto, así que desde muy joven Jesús tuvo que preocuparse por el bienestar de la familia. Eso suponía un gran desafío para este nuevo rey. Seguramente, nosotros habríamos intentado allanarle el camino al Hijo del Rey para que sus comienzos fueran en las mejores condiciones.
Los judíos querían un rey poderoso con mano dura que los librara de los romanos. Dios quiso que su Hijo aprendiera y llevara una vida como la mayoría de la gente. En el reino de Dios destacan la humildad, la solidaridad y el amor al prójimo. Que su reino comience en nuestros corazones y crezca cada vez más.
Jesús dijo: “Mi reino no es de este mundo”. Y a Pilato le dijo: “Ninguna autoridad tendrías sobre mí, si Dios no te la hubiera dado” (Juan 19,11).
Jesús le contestó: –Mi reino no es de este mundo. Si lo fuese, mis servidores habrían luchado para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
Juan 18:36
Un consejo: lee Juan 18,33-38 y escucha al Rey de los corazones. Contéstale con tus propias palabras. Él te escucha.