«Oh, ¿qué es eso que veo? Viene alguien». Un padre ve venir a su hijo desde lejos y al instante corre a su encuentro con los brazos abiertos. Antes de que el hijo pueda disculparse, le abraza y le besa: «Padre, he pecado contra el cielo y ante ti. Ya no soy digno de que me llames hijo tuyo».
El hijo admite sinceramente que rechazó y lastimó a su padre. Este es el verdadero arrepentimiento. Al padre no le repugna el estado miserable del hijo, su suciedad ni su hedor. Se alegra de todo corazón por el regreso de su hijo y ordena a sus sirvientes: «Trae el mejor traje de fiesta y vístele; ponle un anillo en la mano y zapatos en los pies». En lugar de reproches, lo que el padre le expresa a su hijo es su amor.
Dios te ama profundamente, tal como eres. No importa tu pasado ni sus inmundicias. ¡Dios te está esperando!
Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.
Juan 3:16
Texto de la semana: Lucas 15:11–32