Muchos de los salmos de la Biblia, sobre todo los del rey David, hablan de dudas y temores. A pesar de ello, a David se le llamó el «hombre conforme al corazón de Dios». ¿Por qué no van a tener dudas los «creyentes»?
La fe auténtica admite la duda porque forma parte de la vida. Por otra parte, la duda condena tanto la «piedad» artificial e hipócrita como la crítica y el cuestionamiento destructivos. Muchas personas están cautivas de la duda y se hacen daño a sí mismas. Acudamos a Dios con nuestras dudas y temores, ese es el lugar adecuado. En su presencia, nuestra fe se renueva y se fortalece.
Así que, si tienes dudas, no hay problema. Habla con Dios; de todos modos, él ya lo sabe todo. Deja que el Espíritu Santo te guíe hacia Dios, el Dios que te ama como un padre. Los momentos como estos en su presencia son importantes. Nos liberan y crean en nosotros una confianza renovada.
¿Has recobrado el ánimo en medio de la duda?
―Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen.
Juan 20:29
Texto de la semana: Juan 20:24–31