Era casi mediodía cuando unas personas que hablaban francés entraron en nuestra oficina. Llevaban una hora larga de viaje y yo solo los conocía un poco. Tras facilitarles la información necesaria, me pregunté dónde irían a comer. Fuera hacía frío y sentí el impulso de invitarles a comer. Me retiré a la sala contigua y llamé por teléfono a mi esposa para ver si podía recibirlos. Contento con la respuesta positiva, invité a estos viajeros a comer con nosotros.
Tuvimos un animado debate de sobremesa. A los niños les interesaba saber más sobre la «mentalidad de los franceses», ya que en el colegio estaban estudiando la Revolución Francesa. Aquellos hambrientos fueron saciados, vieron respondidas sus preguntas y fortalecidas las relaciones. Mi esposa rebosaba de satisfacción al ver que había dado de comer a unos cuantos «ángeles» hambrientos.
¿Cómo reaccionas cuando te encuentras con alguien que necesita una comida?
No os olvidéis de practicar la hospitalidad, pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.
Hebreos 13:2
Texto de la semana: Lucas 1:46–55