Maniobra de distracción
12. julio. 20

La Biblia narra la historia de un rey de Israel llamado Acab. Su corazón estaba lejos de Dios. Para luchar contra un ejército enemigo, hizo un pacto con otro rey que sí amaba a Dios: Josafat. Para el combate, Josafat se había puesto el uniforme de rey. Acab, por el contrario, se disfrazó de simple soldado pensando: «Si el enemigo cobra ventaja, matará al rey Josafat creyendo que soy yo y así podré salvar mi pellejo».

Su disfraz de soldado no le sirvió de nada, ya que le alcanzó una flecha al azar. Por querer engañar a Dios y a los hombres, murió sin dignidad, casi anónimo, él, el rey del pueblo de Dios. En vez de volverse hacia Dios y confiar en su ayuda para enfrentarse al ejército enemigo, confió únicamente en su fuerza y astucia.

¿Con qué cuento yo en las batallas que tengo que librar en mi vida? ¿Con mi inteligencia, con mis puntos fuertes, con mi cuenta bancaria, con mis relaciones influyentes o con Dios? Es de él y solo de él de donde viene mi salvación para esta vida y para la otra.

No os engañéis: nadie puede burlarse de Dios. Lo que se siembra, eso mismo se cosecha.

Gálatas 6,7

Texto de la semana: Mateo 13,44–52

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  • 6. abril 2020

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