Sin agua, nos secamos. Las plantas, los árboles, los animales y las personas necesitan agua. Cada día mueren de sed unas 6.000 personas y 663 millones no tienen acceso a agua potable. En Europa, abrir el grifo es algo que se da por descontado. Esto debería hacernos reflexionar. No basta con estar agradecido. Todos estamos llamados a realizar un cambio práctico.
Es espantoso ver a la gente morir de sed. Pero aún más aterrador es que la gente muera de sed espiritual. Nuestra alma necesita agua viva. Jesús es quien puede darla. Él nos hace renacer a una vida nueva y eterna. Sin ella, nos quedamos en la muerte espiritual. Jesús dijo: «El que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna».
¿Estás bebiendo ya de esta fuente de agua viva?
El que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.
Juan 4:14
Texto de la semana: Juan 4:1–42