No soy un número
16. marzo. 20

En muchos países, cada niño recibe un número de registro de la Seguridad Social al nacer y lo conserva el resto de su vida. Sin este número, tenemos muchas limitaciones. Lo necesitamos para ir al médico, a la farmacia, para matricularnos en la escuela, para hacer trámites administrativos… A veces nos sentimos como si fuéramos solo un número en la sociedad.

Para entrar en una relación con Dios, no necesito un número, pues la relación entre Dios y yo siempre será una cuestión del corazón. Para él soy una persona única y perfectamente conocida: me ama y se interesa por todo lo que hago, pienso o digo, no para juzgarme, sino para ayudarme. La relación entre el hombre y Dios es sobre todo una relación de amor y Dios está siempre dispuesto a dar el primer paso hacia mí. ¿No es increíble?

La meta de Dios es que esta relación de amor y confianza entre él y nosotros continúe hasta la eternidad. Es para establecer tal relación para lo que Jesucristo, Dios hecho hombre, vino a la tierra y dio su vida en la cruz.

El Señor dice: Yo te llamé por tu nombre, tú eres mío.

Isaías 43,1

Texto de la semana: Jeremías 10,1–15

¡Eres único! ¡Eres única! ¿Lo crees?

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