Los pastores corrieron al pesebre, los sabios de Oriente viajaron durante días, el rey, lleno de odio, ordenó una masacre, los líderes religiosos tenían celos y el pueblo estaba agitado. El niño era el centro de atención, pero fue Dios, quien envió a su Hijo, el que provocó que se desencadenaran estas emociones.
Juan escribe que Jesús vino a su mundo, a su nación, y su gente no le recibió. ¿Por qué? El Espíritu de Dios que está sobre él produce esa reacción en el hombre. Sea cual sea la persona o la religión que lo intente, no podrá entender el mensaje de Dios sin la ayuda del Espíritu Santo. La mera religiosidad humana y la fe viva siempre han estado enfrentadas.
Conclusión: el poder de Dios se manifiesta en espíritu y en verdad. Por eso el niño desencadena tantas emociones, porque nadie puede ignorar a Jesucristo. Es posible que digamos que Dios es una ilusión, pero aun así un día tendremos que responder ante él y su verdad.
Vino a su propio mundo, pero los suyos no lo recibieron. Pero a quienes le recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios.
Juan 1,11-12
Un consejo: Dios quiere encontrarse contigo por medio de Jesús, por eso vino al mundo. ¿Confías en el Hijo de Dios? ¿Aceptas su perdón y te unes a su gran familia?