Es noviembre, ya hace más fresquito y sobre algunas montañas se puede ver la primera nieve. Ahora las montañas parecen diferentes, cuando las observas en un día soleado es como si se hubieran vestido, como si estuvieran más limpias.
Lávame y quedaré más blanco que la nieve.
Salmo 51:7b
El gran rey David, que gobernó en Israel aproximadamente 1000 años antes de Cristo, le pidió esto a Dios.
Del mismo modo que no podemos hacer que caiga la nieve, tampoco podemos conseguir por nuestros medios tener un corazón limpio. En el mismo Salmo leemos que todos hemos nacido con pecado. El pecado se puede comparar con una herida que no podemos curar nosotros mismos.
Pero Dios es misericordioso. Al igual que una y otra vez vuelve a vestir de blanco las montañas, también te tiende su mano una y otra vez para limpiarte. Jesús dio su vida en la cruz para sanar las heridas que tú mismo no te puedes curar.
¿Vas a dejar que Dios sane tu corazón?
Texto bíblico: 1 Juan 1:7-9

