En un milisegundo, cuando sus manos se soltaron de la barandilla del puente Golden Gate, Kevin Hines se arrepintió de su suicidio. Sobrevivió a la caída desde una altura de unos 25 pisos. En el impacto se le rompieron varias vértebras, pero no le afectaron el corazón ni los pulmones. Totalmente exhausto, trató de llegar a la superficie braceando en el agua y clamando a Dios para que lo salvara de ahogarse. Al salir, sintió una violenta sacudida y pensó que un tiburón lo estaba atacando. En realidad era una foca que lo empujó y lo sostuvo sobre el agua hasta que los rescatadores llegaron a él.
La vida de Kevin nunca volverá a ser la misma. Las placas de acero de su espalda son solo parte de la historia. Hoy, Kevin anima a los jóvenes y adultos a no escuchar las voces negativas de su interior, sino a entregar su vida a Jesucristo. ¿Por qué a menudo tenemos que pasar por acontecimientos trágicos para recapacitar?
¿A dónde podría ir lejos de tu espíritu?
Salmos 139, 7
¿Podemos escapar de Dios?
Texto de la semana: Salmos 139, 1-24
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