Es una de las alegrías que se puede permitir este anciano. Todos los días, sentado en un banco en el patio del recreo, observa a los niños correr hacia el autobús escolar, subirse y bajarse. Un día, observa a un niño que se inclina para desatarse un nudo en los cordones de sus zapatos. Una y otra vez mira al autobús y trata de desatar el nudo. Pero el autobús se va y el niño se pone a llo- rar. Ve al benévolo anciano, corre hacia él y le pregunta: «¿Puede desatarme el nudo?».
«¿Puedes desatarme el nudo?». A Jesús le gusta escuchar esta petición, porque vino a este mundo para deshacer los nudos que no podemos desatar solos. Y murió en la cruz para deshacer el nudo más grande.
Yo sé que mi defensor vive.
Job 19,25
Texto de la semana: Juan 3,1–21
¿Tienes algún “nudo” que desatar?
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