José, descendiente directo del rey David, era un buen carpintero. Estaba comprometido con María y no mantenía relaciones sexuales con ella. Se fue a vivir con su pariente durante tres meses. A su regreso, José descubrió que estaba embarazada.
Alguien contó la siguiente experiencia.
Estaba paseando por el bosque con mi nieto. Encontramos un hormiguero que alguien había destrozado. Mi nieto me propuso algo: «Abuelo, ven, vamos a ayudar a las hormigas a recomponer su hormiguero». Sonriendo, le contesté: «Somos demasiado grandes. Para poder ayudar a las hormigas, tendríamos que hacernos tan pequeños como ellas».
Este incidente es una ilustración perfecta de cómo Jesús se hizo pequeño para venir a nosotros, los seres humanos. Él quería salvarnos, pero para ello tuvo que descender hasta nosotros y convertirse en uno de los nuestros. A diferencia de los seres humanos, las hormigas pueden restaurar su hormiguero por sus propios medios. Pero nosotros necesitamos a Jesús para restaurar la relación con Dios. Con el nacimiento de Jesús, la salvación de Dios entró en el mundo. Por eso Dios concibió la Navidad.
¿Te gustaría que Dios recompusiera tu vida?
Y, al manifestarse como hombre,
Filipenses 2:8
se humilló a sí mismo
y se hizo obediente hasta la muerte,
¡y muerte de cruz!
Texto de la semana: Filipenses 2:5–11