El Rey y el burro
02. abril. 23

Había un gran alboroto en la ciudad. El pequeño Harim* se abrió paso a través de la muchedumbre y vio a un hombre sentado sobre un burro. La gente gritaba: “¡Hosana, al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”. Arrancaban ramas de los árboles y las agitaban. Tendían sus capas por el camino para dar la bienvenida al esperado “rey de paz”.

Harim ya había escuchado muchas cosas sobre Jesús y observaba todo con mucha atención.

Los romanos siempre llegaban subidos a caballos y demostraban su poder brutalmente. Este Jesús era completamente diferente y no tenía necesidad de enaltecerse en absoluto. Irradiaba algo muy especial sin darse aires de superioridad.

Profundamente impresionado por Jesús, Harim se sentía muy feliz pensando que este hombre era el mesías esperado, el rey elegido por Dios y el mismo hijo de Dios.

Harim estaba muy contento de poder conocer a Jesús en persona y no tener que seguir conformándose con las extrañas habladurías de los religiosos.

Pensó que el burro de carga era muy apropiado, porque había oído que Jesús llevaría la carga de todo el mundo.

Harim era feliz y gritó con los demás: “¡Hosana al rey que viene!”.

¡Alégrate mucho, ciudad de Sión!
¡Canta de alegría, ciudad de Jerusalén!
Tu rey viene a ti, justo y victorioso,
pero humilde, montado en un burro,
en un burrito, cría de una burra.

Profeta Zacarías 9:9

¿Qué habría hecho yo en lugar de Harim?

Texto bíblico para profundizar: Mateo 21:1-11

*Narramos los acontecimientos desde el punto de vista de un joven judío de aquel entonces.

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