En el estadio, los espectadores saltan de sus asientos y se vuelven locos. Aplauden con entusiasmo a sus héroes. Los periodistas se aba- lanzan sobre el ganador del partido, le arrancan múltiples comentarios y los publican en todo el mundo.
Pero detrás de este triunfo hay muchas horas de entrenamiento soli- tario y una rigurosa disciplina. Pensemos también en la fuerza mental que se pone a prueba con las derrotas, las lesiones, los rumores de los medios de comunicación, las críticas del público y el desarrollo del juego. El deportista lleva muchos reveses y dificultades a la espalda. Afortunadamente, ha tenido un entrenador que podía animarlo, mo- tivarlo y recordarle constantemente la meta que tenía que alcanzar.
Pero el que permanezca firme hasta el fin, se salvará.
Mateo 24,13
Los conflictos y malestares pueden desestabilizarte, también, en tu vida de fe. Por algo la Biblia usa la imagen del deportista para ayudarnos a mantener los ojos en la meta. Nuestro entrenador, el Espíritu Santo, nunca deja de apoyarnos y consolarnos.
¡Aguanta, la victoria está cerca!
Texto de la semana: Filipenses 3, 12-16